Miércoles 24 de abril de 2024

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CRÓNICA: Después del sismo, la lluvia no da tregua

A 26 días de la tragedia, familia recuerda esa noche; ”Nadie duerme en este lugar desde ese día, no para de temblar”

● SISMO OAXACA | CARLOS DE LUNA/EXPRESA-T | JUCHITAN, OAXACA.- | 03 de Octubre de 2017

Apacible y tranquila se describía aquella noche del siete de septiembre, no hay calor, la brisa sopla; montado como preludio de la obra de terror a punto de contarse.

Emilio Lozada Santos de ocho años de edad, se acababa de dormir, eran las 11 de la noche y es tarde, mañana hay que ir a la escuela.

Doña María Eugenia Santos Gutiérrez, lavaba los trastes, no hay que dejar nada sucio en casa y después a la cama como todas las noches.

“¡Mami, mami el piso se mueve!, ¡párate yaaa!”, doña Mary --como es conocida-- se levantaba asustada, sigue en el sueño, es casi media noche, de repente el sonido de los trastes cayendo la pone en alerta, no se puede mover, esta atónita, cuando un dolor causado por el tirón de cabello que le producía su hijo tirando para levantarla, por primera vez se da cuenta que su casa se mueve a causa de un terremoto. Con fuerzas salidas del alma, carga a Emilio directo a la puerta, pero no cede está cerrada con llave, no hay tiempo para buscar, abre la ventana y de un impulso arroja al pequeño fuera del ventanal, se oye un grito de dolor, es Emilio ha caído encima del lavabo.

“¡Corre!”, gritaba doña Mary pero Emilio no paraba de llorar, tiene ocho años y estaba asustado, su pequeño cuerpo delgado tiene una herida en el pie; de un salto doña Mary se cuelga del ventanal y logra salir de la casa, lo carga y lleva a un costado de la calle donde Don Juan ya se encuentra gritando enérgicamente que salgan de sus casas, está temblando en todo el pueblo.

Un fuerte golpe se escucha al caer el poste de luz sobre una motocicleta; tinieblas, la luz se ha ido, están solos abrazados madre e hijo entre la oscuridad cuando otra sacudida los tira al piso, hay sangre en las manos de doña Mary, no es de ella si no de su hijo. Saca el pañuelo de su mandil con el cual cubre la herida en el pie de su hijo.

¡“Dios mío, porque no deja de moverse”!, mira al cielo y relámpagos centellan en las nubes como fuegos artificiales en la noche, “No nos lleves, mi hijo esta chiquito”, llora.

“No tengo palabras para decirte como se veía, es como si se fuera acabar el mundo", dice doña Mary.

Los vecinos con sus celulares en mano, gritaban que no tenían señal, no se podía comunicar con sus familiares.

De repente, calma. No hay ruido, nada se mueve, nadie habla, solo unas cuantas risas de adolescentes incrédulos de lo ocurrido y confundidos; y como un parte aguas, las sonoras sirenas de patrullas y ambulancias se escuchan a lo lejos, “se cayó todo el centro”, gritó un hombre que pasó arriba de una camioneta.

Un estruendo detrás de nosotros no hizo gritar, es la barda de don Juan quién corre a ver su casa, descubriendo que el baño se ha partido a la mitad.

Doña Mary corre a su casita y entre la penumbra ve la luz de la luna atravesar la lamina de su casa, sus trastes, alacena y televisión, tirados en el suelo, no puede contener las lagrimas y Emilio se une a su llanto; “son cosas materiales, Diosito nos salvó”, dice la madre para consolarlo.

Media hora después, llegan las noticias. El centro estaba destrozado, hay muchas personas atrapadas, se corre la voz, pero la madre no puede ir en apoyo, Emilio necesita cuidado. Toda la noche, gritos, sirenas, autos veloces, se escuchaban a lo lejos, mientras esperan el alba.

Con la luz del día, doña Mary se percata de los destrozos de su pequeña casa, así como los daños en toda su cuadra, donde los vecinos desconcertados, deambulaban con sus pequeños en la calle, por miedo a otro colapso.

Los vecinos de juntan en la casa de don Juan quién les brinda alimentos, las noticias de los muertos se escuchan por todos lados, no se sabe si son amigos, hermanos o conocidos. Otro dolor se acoge en su pecho al oír que su lugar de trabajo se vino abajo. ¿Qué harán? Se pregunta, Dios dirá.

Han pasado 26 días desde esa noche siniestra cuando "el fin del mundo” se adelantó en Juchitán.

Un Juchitán que con brazos fuertes se levantan de los escombros apoyado en sus habitantes, ya que las autoridades no han brindado la ayuda necesaria.

Hoy Doña Mary, recibe apoyo de donaciones voluntarias, de los hermanos vecinos de otros Estados.

Después del sismo, es la lluvia la que no da tregua.

No es momento para bajar la guardia, aunque el agua este a los pies de un pueblo de batalla, un pueblo donde la sandunga nunca muere solo descansa.

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